una historia con reiki

amanda 073

Desde hace unos días que quiero escribir en estas páginas, mi lugar para comunicarme mis experiencias de, o con, Reiki.

Estaba pensando en una experiencia de dar un tratamiento de Reiki en circunstancias bastante inusuales…y ahora mientras pienso en esto quiero contar un poco como ha sido mi vida en estos últimos doce meses.

 

Estoy sentado en el aeropuerto de Santiago de Chile, esperando para volver a subir al mismo avión que me trajo desde Buenos Aires y seguir mi viaje a Toronto, Canadá. Hace  aproximadamente un año atrás viajé a Madrid y  de allí a Lanzarote para la  Reunión Anual  Mundial de The Reiki Alliance. En agosto fui a Arizona, Washington, New York y Miami. Comencé el 2013 en Madrid, fui unos días a Gers, cerca de Tolouse en Francia, para la reunión del Directorio. Disfruté un poco más de España y regresé a fin de enero. Y ahora viene mi historia.

 

Hacíamos el viaje de regreso en un vuelo de Aerolíneas Argentinas ( vaya el chivo publicitario, ¡qué se lo merece!). Amanda, mi hija, fue mi compañera de viaje. En la misma fila de asientos que la nuestra, pasillo de por medio, viajaba un grupo de francesas y una de ellas se veía muy inquieta…acomodaba cosas, se sentaba, se paraba, nos resultaba muy ruidosa y molesta- para decir la verdad.

Al rato la cosa se tranquilizó, o nosotros nos concentramos en nuestras distracciones, creo que la cena y una peli.

En algún momento solicitaron un médico por el altoparlante, y en mi experiencia cuando esto sucede se hace mucho silencio y luego de unos minutos sigue el ritmo normal del avión.

Bueno, pasó un rato. En un momento me levanté al baño y le pregunté al asistente de vuelo- azafato, silo quieren llamara así- si es que habían encontrado médico, porque si no yo podía ayudar con mi práctica de Reiki. Me dijo- Uh, sí, vení y hacele que le va a hacer muy bien. Ya la vio una médica pero Reiki seguro que le hace muy bien.- Y ahí fui. La persona era la francesa inquieta, estaba acostada en el piso del avión, en una parte más ancha del pasillo, con la médica y una enfermera a su lado, quienes me informaron que era un problema de presión arterial baja. La francesa estaba totalmente inconciente.  Me senté en el piso, me acomodé lo mejor que pude y coloqué mi manos sobre su abdomen, al ratito me miró, sonrió, le expliqué en inglés muy brevemente lo que hacía, no se si entendió, pero me sonrió otra vez y cerró sus ojos.  Estuvimos así, ella como desmayada, yo sentado y dando tratamiento de Reiki, la doctora ( era española) que miraba con cara y gesto de incredulidad, la enfermera que se fue a su asiento, el asistente haciéndome el aguante. Pasaron como 45 minutos. En un momento vino Amanda a buscarme, a  ver que sucedía, me vio y volvió a su asiento. La francesa, la llamo así porque no tengo idea de su nombre, reacciono un poco y se acomodó mejor. Le pedí al asistente más almohadas y frazadas, y mientras escribo esto me doy cuenta que aún a  12000 metros de altura yo me preocupaba de que mi paciente estuviera cómoda. Al rato se sentó en el piso, y ya tenía otra cara. Yo me fui a mi asiento y cuando me desperté a la llegada a Buenos Aires, mi paciente estaba muy dormida en su asiento.

La historia con el asistente de vuelo es para otro escrito, porque tenemos amigos en común y se quería venir a Claromecó a hacer kite surf el verano este que pasó. Ojalá lo haya hecho.

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